miércoles, 16 de diciembre de 2009

Idilio en el Congreso


Kira O'Reilly, inthewrongplaceness, 2009.
Performance for the opening of sk-interfaces at Casino Luxembourg. Photo credit: Axel Heise

o "La zurda loca y el cerdo facho"

"Recordad que estamos luchando por el honor de esa mujer, 
lo que probablemente es más de lo que ella hizo jamás."



lunes, 14 de diciembre de 2009

Tinelli, Viale, Don King, Bruce Lee y ¿Mayakovsky?





Oigan: si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, verdad?,
es que alguien desea que estén,
es que alguien llama perlas a esas escupitinas.
Resollando tormentas de polvo
del mediodía penetra hasta Dios,
teme haber llegado tarde, llora.
Le besa la mano carniseca,
implora que pongan sin falta una estrella,
jura que no soportará este tormento inestelar,
y luego anda preocupado,
aunque aparenta calma.
Dice a alguien:
Ahora no estás mal, eh?
A que ya no tienes miedo?
Oigan si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, verdad?
Es indispensable que todas las noches sobre los tejados
arda aunque sea una sola estrella.

El cartonero Baez, episodio I según Orwell

viernes, 11 de diciembre de 2009

Des dimanches pour la jeunesse

Le même collège, la même école, la même chanson

 
«El pensamiento único, que es el pensamiento de quienes lo saben todo, de quienes se creen no sólo intelectualmente sino también moralmente por encima de los demás, ese pensamiento único había denegado a la política la capacidad para expresar una voluntad. Había condenado la política. Había profetizado su caída imparable frente a los mercados, las multinacionales, los sindicatos, Internet. Se sostenía que en el mundo tal cual es hoy, con sus informaciones que se difunde instantáneamente, sus capitales que se desplazan cada vez más rápido y sus fronteras ampliamente abiertas, la política ya no jugaría más que un papel anecdótico y que ya no podría expresar una voluntad, porque el poder pronto estaría compartido, diluido, disperso en red; porque las fronteras estarían totalmente abiertas y los hombres, los capitales y las mercancías circularían sin obedecer a nadie. Pero la política retorna. Retorna por todas partes en el mundo. La caída del Muro de Berlín pareció anunciar el fin de la Historia y la disolución de la política en el mercado. Dieciocho años después, todo el mundo sabe que la Historia no ha terminado, que siempre es trágica y que la política no puede desaparecer porque los hombres de hoy sienten una necesidad de política, un deseo de política como rara vez se había visto desde el fin de la segunda guerra mundial. 

*

Yo he querido volver a poner la voluntad política y Francia en el corazón del debate político. La voluntad política y la nación están siempre para lo mejor y para lo peor. El pueblo que se moviliza, que se convierte en una fuerza colectiva, es una potencia temible que puede actuar tanto para lo mejor como para lo peor. Hagamos las cosas de manera que sea para lo mejor. Conjuraremos lo peor respetando a los franceses, manteniendo nuestros compromisos, respetando la palabra dada. Conjuraremos lo peor haciendo que la moral retorne a la política. 

*
Contra los herederos de Mayo del 68 
No me da miedo la palabra "moral". Desde mayo de 1968 no se podía hablar de moral. Era una palabra que había desaparecido del vocabulario político. Hoy, por primera vez en decenios, la moral ha estado en el corazón de la campaña presidencial. Mayo del 68 nos había impuesto el relativismo intelectual y moral. Los herederos del 68 habían impuesto la idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo. Habían querido hacernos creer que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos alumnos, que no había diferencias de valor y de mérito. Habían querido hacernos creer que la víctima cuenta menos que el delincuente, y que no puede existir ninguna jerarquía de valores. Habían proclamado que todo está permitido, que la autoridad había terminado, que las buenas maneras habían terminado, que el respeto había terminado, que ya no había nada que fuera grande, nada que fuera sagrado, nada admirable, y tampoco ya ninguna regla, ninguna norma, nada que estuviera prohibido.
Recordad el eslogan de Mayo del 68 en las paredes de la Sorbona: "Vivir sin obligaciones y gozar sin trabas". Así la herencia de Mayo del 68 ha liquidado a la escuela de Jules Ferry en la izquierda francesa, que era una escuela de la excelencia, del mérito, del respeto, del civismo; una escuela que quería ayudar a los niños a convertirse en adultos y no a seguir siendo niños grandes, una escuela que quería instruir y no infantilizar, porque había sido construida por grandes republicanos que tenían la convicción de que el ignorante no es libre. Pero la herencia de Mayo del 68 ha liquidado esa escuela que transmitía una cultura común y una moral compartida, cultura y moral gracias a las que todos los franceses podían hablarse, comprenderse, vivir juntos. La herencia de Mayo del 68 ha introducido el cinismo en la sociedad y en la política. Han sido precisamente los valores de Mayo del 68 los que han promovido la deriva del capitalismo financiero, el culto del dinero-rey, del beneficio a corto plazo, de la especulación. El cuestionamiento de todas las referencias éticas y de todos los valores morales ha contribuido a debilitar la moral del capitalismo, ha preparado el terreno para el capitalismo sin escrúpulos y sin ética, para esas indemnizaciones millonarias de los grandes directivos, esos retiros blindados, esos abusos de ciertos empresarios, el triunfo del depredador sobre el emprendedor, del especulador sobre el trabajador. 

La izquierda hipócrita
Los herederos de Mayo del 68 han degradado el nivel moral de la política. Todos esos políticos que reivindican la herencia de Mayo del 68, dan al prójimo lecciones que jamás se aplican a sí mismos, quieren imponer a los demás comportamientos, reglas, sacrificios que jamás se imponen a sí mismos. Proclaman: "Haced lo que yo digo, no hagáis lo que yo hago". Ésa es la izquierda heredera de Mayo del 68, la que está en la política, en los medios de comunicación, en la administración, en la economía. La izquierda que le ha tomado gusto al poder, a los Privilegios. La izquierda que no ama a la nación porque no quiere compartir nada. Que no ama a la República porque no ama la igualdad. Que pretende defender los servicios públicos, pero que jamás veréis en un transporte colectivo. Que ama tanto la escuela pública, que a sus hijos los lleva a colegios privados. Que dice adorar la periferia, pero que se cuida muy mucho de vivir en ella. Que siempre encuentra excusas para los violentos, a condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda, no va jamás. Esa izquierda que hace grandes discursos sobre el interés general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo. Que firma peticiones y manifiestos cuando se expulsa a algún "okupa", pero que no aceptaría que se instalaran en su casa. Que dedica su tiempo a hacer moral para los demás, sin ser capaz de aplicársela a sí misma. Esa izquierda, en fin, que entre Jules Ferry y Mayo del 68 ha elegido Mayo del 68, es la que condena a Francia a un inmovilismo cuyas principales víctimas serán los trabajadores, los más modestos, los más pobres.   
Ésa es la izquierda que desde Mayo del 68 ha renunciado al mérito y al esfuerzo, que ha dejado de hablar a los trabajadores, de sentirse concernida por la suerte de los trabajadores, de amar a los trabajadores; porque el valor trabajo ya no forma parte de sus valores, porque su ideología ya no es la de Jaurès o la de Blum, que respetaban a los trabajadores, sino que ahora la ideología de la izquierda es la del reparto obligatorio del trabajo, la de las 35 horas, la del asistencialismo. La crisis del trabajo es ante todo una crisis moral, y en ella la herencia de Mayo del 68 tiene una enorme responsabilidad. Yo quiero rehabilitar el trabajo, quiero devolver al trabajador el primer lugar en la sociedad. 

"La herencia de Mayo del 68 ha debilitado la autoridad del Estado. Esos herederos de los que en Mayo del 68 gritaban "CRS = SS", toman sistemáticamente partido por los violentos, los alborotadores y los estafadores contra la policía. Lo hemos visto tras los incidentes de la Estación del Norte. En lugar de condenar a los violentos y de apoyar a las fuerzas del orden y su difícil trabajo, no se les ha ocurrido nada mejor que esta frase, que merecería ser inscrita en los anales de la República: "Es inquietante constatar que se ha abierto una fosa entre la policía y la juventud". Como si los vándalos de la Estación del Norte representaran a toda la juventud francesa. Como si fuera la policía la que estaba actuando mal, y no los violentos. Como si los violentos hubieran destrozado todo y saqueado los comercios para expresar una revuelta contra una injusticia. Como si el hecho de ser jóvenes lo excusara todo. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente siempre inocente. Ésos son los herederos de Mayo del 68, que denigran la identidad nacional, que atizan el odio a la familia, a la sociedad, al Estado, a la nación, a la República.


Perlitas del discurso de Bercy, 29 de abril de 2007
***


El debate propuesto por Sarkozy: “Qué es ser francés hoy”

El presidente francés Nicolas Sarkozy lanzó a primeros de este mes un vasto proceso de debates en todas las ciudades y provincias, supuestamente destinado a definir, bajo la tutela de funcionarios y prefectos, “qué es ser francés hoy”. La iniciativa, en la que muchos ven un simple intento populista deconsolidar su electorado ultra, empieza a hacer aguas: la Francia más dinámica se mofa de la “identidad nacional” y las primeras disensiones, profundas, aparecen en el seno del Gobierno.

Todo estaba preparado para rodar a las mil maravillas. Sarkozy había lanzado su “gran debate” en todas las ciudades y provincias de Francia para definir lo que es la “identidad nacional francesa”. Y entonces pronunció su primer discurso. Ante un grupo de agricultores dijo emocionado: ”La palabra tierra tiene un significado francés y he sido elegido para defender la identidad nacional francesa”.
Ahí empezó a quebrarse el plan. No sólo porque al retomar la fraseología de “la tierra que no miente”, estaba recuperando casi palabra por palabra frases pronunciadas en su día por el líder colaboracionista filo-nazi Philippe Pétain. Lo que sí puso en ridículo a Sarkozy fue la idea de unos periodistas de Canal Plus, liderados por el humorista Yann Barthes: se les ocurrió la mala idea de ir a comparar ese discurso del 27 de octubre, destinado a lanzar el “gran debate”, con otros pronunciados anteriormente por Sarkozy.

 La pregunta: ¿Es Nico un poeta como Von Papen, o un pragmático latino como Benito?

il est un nain avec casquette
une renarde l'a déféqué...

c'est la danse des canardes


jueves, 10 de diciembre de 2009

Hymnen an die Nacht


 I


¿Qué ser vivo, dotado de sentidos, no ama,
por encima de todas las maravillas del espacio que lo envuelve,
a la que todo lo alegra, la Luz
–con sus colores, sus rayos y sus ondas; su dulce omnipresencia–,
cuando ella es el alba que despunta?
Como el más profundo aliento de la vida
la respira el mundo gigantesco de los astros,
que flotan, en danza sin reposo, por sus mares azules,
la respira la piedra, centelleante y en eterno reposo,
la respira la planta, meditativa, sorbiendo la vida de la Tierra,
y el salvaje y ardiente animal multiforme,
pero, más que todos ellos, la respira el egregio Extranjero,
de ojos pensativos y andar flotante,
de labios dulcemente cerrados y llenos de música.
Lo mismo que un rey de la Naturaleza terrestre,
la Luz concita todas las fuerzas a cambios innúmeros,
ata y desata vínculos sin fin, envuelve todo ser de la Tierra con su imagen celeste.
Su sola presencia abre la maravilla de los imperios del mundo.

Pero me vuelvo hacia el valle,
a la sacra, indecible, misteriosa Noche.
Lejos yace el mundo –sumido en una profunda gruta–
desierta y solitaria es su estancia.
Por las cuerdas del pecho sopla profunda tristeza.
En gotas de rocío quiero hundirme y mezclarme con la ceniza.
–Lejanías del recuerdo, deseos de la juventud, sueños de la niñez,
breves alegrías de una larga vida,
vanas esperanzas se acercan en grises ropajes,
como niebla del atardecer tras la puesta del Sol–.
En otros espacios abrió la Luz sus bulliciosas tiendas.
¿No tenía que volver con sus hijos,
con los que esperaban su retorno con la fe de la inocencia?

¿Qué es lo que, de repente, tan lleno de presagios, brota
en el fondo del corazón y sorbe la brisa suave de la melancolía?
¿Te complaces también en nosotros, Noche obscura?
¿Qué es lo que ocultas bajo tu manto, que, con fuerza invisible, toca mi alma?
Un bálsamo precioso destila de tu mano,
como de un haz de adormideras.
Por ti levantan el vuelo las pesadas alas del espíritu.
Obscuramente, inefablemente nos sentimos movidos
–alegre y asustado, veo ante mí un rostro grave,
un rostro que dulce y piadoso se inclina hacia mí,
y, entre la infinita maraña de sus rizos,
reconozco la dulce juventud de la Madre–.
¡Qué pobre y pequeña me parece ahora la Luz!
¡Qué alegre y bendita la despedida del día!
Así, sólo porque la Noche aleja de ti a tus servidores,
por esto sólo sembraste en las inmensidades del espacio las esferas luminosas,
para que pregonaran tu omnipotencia –tu regreso– durante el tiempo de tu ausencia.
Más celestes que aquellas centelleantes estrellas
nos parecen los ojos infinitos que abrió la Noche en nosotros.
Más lejos ven ellos que los ojos blancos y pálidos de aquellos incontables ejércitos
–sin necesitar la Luz,
ellos penetran las honduras de un espíritu que ama–
y esto llena de indecible delicia un espacio más alto.
Gloria a la Reina del mundo,
a la gran anunciadora de Universos sagrados,
a la tuteladora del Amor dichoso
–ella te envía hacia mí, tierna amada, dulce y amable Sol de la Noche–
ahora permanezco despierto
–porque soy Tuyo y soy Mío *–

tú me has anunciado la Noche: ella es ahora mi vida
–tú me has hecho hombre–
que el ardor del espíritu devore mi cuerpo,
que, convertido en aire, me una y me disuelva contigo íntimamente
y así va a ser eterna nuestra Noche de bodas.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

viernes, 4 de diciembre de 2009

Aaron Fotheringham







 

Aaron Fotheringham (born November 8, 1991 in Las Vegas, Nevada) is an Extreme wheelchair athlete who performs tricks adapted from skateboarding and BMX.






***

" Quisiera, al morir, poder inspirar una pequeña necrología por el estilo de la siguiente: Este hombre, como amado de los dioses, murió joven. Supo querer y odiar con todo su corazón. Amó campos, ríos, fuentes; amó el buen vino, el mármol, el acero; el oro; amó las núbiles mujeres y los bellos versos. Despreció a los timoratos, a los presuntuosos y a los mediocres. Odió a los pérfidos, a los hipócritas, a los calumniadores, a los venales, a los eunucos y a los serviles. Se contentó con jamás leer a los fabricantes de literatura tonta. En medio de la injusticia, era justo. Prodigó aplausos a quien creyó que los merecía; admiraba a cuantos reconoció por superiores a él y tuvo en estima a sus pares. Aunque a menudo celebró el triunfo de la garra y el ímpetu del ala., tuvo piedad del infortunio hasta en los tigres. No atacó sino a los fuertes. Tuvo ideales y luchó y se sacrificó por ellos. Llevó el desinterés hasta el ridículo. Sólo una cosa nunca dio: consejos. Ni en sus horas más tétricas le faltaron de cerca o de lejos la voz amiga y el corazón de alguna mujer. No se sabe si fue moral o inmoral o amoral. Pero él se tuvo por moralista a su modo. Puso la verdad y la belleza -su belleza y su verdad- por encima de todo. Gozó y sufrió mucho espiritual y fisicamente. Conoció el mundo todo y deseaba que todo el mundo lo conociera a él. Ni imperatorista ni acrático, pensaba que la inteligencia y la tolerancia debían gobernar a los pueblos y que debía ejercerse un máximun de justicia social, sin privilegio de clases ni de personas. Cuanto al arte, creyó siempre que se podía y se debía ser original, sin olvidarse del nihil novum sub sole. Su vivir fue ilógico. Su pensar fue contradictorio. Lo único perenne que tuvo parece ser la sinceridad, ya en la emoción, ya en el juicio. Jamás la mentira mancilló sus labios ni su pluma. No le temió nunca a la verdad, ni a las consecuencias que acarrea. Por eso afrontó puñales homicidas, por eso sufrió cárceles largas y larguísimos destierros. Predicó la libertad con el ejemplo: fue libre. Era un alma del siglo XVI y un hombre del siglo XX. Descanse en paz, por la primera vez. La tierra, que amó, le sea propicia. " 


Rufino Blanco Fombona   (Venezuela, 1874-1944)
 fragmento
de "Camino de imperfección"


Diego y Nakita



y ya lo vé
y ya lo vé
es pa' las divas que lo miran por tv

*

Esta es la casa,
esta es la historia,
es algo chiquitito...



Diego and Nakita: ?The Second Amendment is one of the best things about this country,? says Diego (above right), originally from Argentina. ?My dad always had guns in his closet,? says Nakita, a Russian. The couple live in Pennsylvania 

*
 algunos de sus
vecinos
y/o
amigos
enemigos





 


 


 



 


jueves, 3 de diciembre de 2009

Bedenklicher Zustand




 


 


*

Verduras a la Von Papen

 Un dicurso poético de Papen

 Interesante, profundo, romántico y poético es el discurso que Franz von Papen pronunció últimamente en Iburg, aunque menos claro que los discursos de Mussolini. Las palabras del vicecanciller son un ejemplo de la existencia de diferencias entre lo que suele llamarse espíritu latino y el germánico. Mejor dicho, las palabras son sencillas y claras; lo que es menos claro es el sentido definitivo del discurso: su intenció, su significación. Claro es, por ejemplo, que los alemanes están divididos entre veinte países y que, a consecuencia de la cintura de mezcla de pueblos que se extiende de Finlandia al Adriático y el mar Negro, resulta imposible que las fronteras de los Estados coincidan con las fronteras étnicas. Claramente se comprende también el pensamiento de Papen de que los pueblos, todos los pueblos, quieren formar su propio Estado, pero algunos de ellos no son capaces de mantenerlo, de modo que varios Estados no saben "ni vivir ni morir". "Ciertamente -añade Von Papen- existe una igualdad de valor metafísico de todos los pueblos. Sin embargo, al lado de ello existe una jerarquía natural, determinada por la importancia numérica y la tradición cultural de los pueblos." Papen rechaza la democracia nacional del siglo pasado, el "nacionalismo occidental", que "pone en lugar de la igualdad y la libertad del individuo la igualdad y la libertad de los pueblos" (sin saberlo realizar), y también rechaza el absolutismo del Estado.
    ¿Qué va a substituir estos principios? Aquí las frases de Von Papen -sublimes en su forma- llegan a ser menos claras. "Autonomía racista" es el concepto que proclama como el único medio para salvar a 'nuestro continente atormentado". El vicecanciller habla de la "tradición sagrada", de la "gran idea", del "sueño eterno del Sacro Imperio de todos los alemanes", sin precisar, sin embargo, el sentido práctico de sus palabras, que tienen el aroma de los discursos de Fichte, de la poesía de Novalis, de los dramas de Tieck, es decir, de los productos de mayor valor del romanticismo más típicamente germánico. Papen habla de la necesidad de construir unidades económicas más amplias que las actuales, lo que impide la existencia de tantos Estados nacionales. Pero los Estados, "que surgen y perecen", relativamente, poco cuentan al lado del racismo (Volkstum). Es el sentimiento de raza lo que podría permitir la creación de las grandes unidades necesarias a la salvación de Europa. Esto es, aproximadamente, lo que se puede sacar del discurso, digno de un pensador original, sin que el discurso permita tirar consecuencias más positivas; por ejemplo, un pueblo con el concepto Mitte-europa de Naumann y la situación de Escandinavia y los países bálticos en la nueva unidad.

ABC (sevilla) sábado 3 de junio de 1933


Papen, Franz v.

geboren 29.10.1879 in Werl
gestorben 2.5.1969 in Obersasbach
Politiker
Militärattaché in den USA
Preußischer Landtag 1921-1928
Reichskanzler 1918-1933
Wird in den Nürnberger Kriegsverbrecherprozessen in allen Punkten freigesprochen








Evolución de los partidos políticos en las eleeciones parlamentarias de la República de Weimar


miércoles, 2 de diciembre de 2009

Life, liberty, etc..



A sequel to Matthew Bracken's Enemies Foreign and Domestic, Domestic Enemies begins five years later in a much darker America, which is becoming more of an overt police state following each fresh act of terrorism. The national economy is on the brink of total collapse, inflation and unemployment are soaring, and the cities are descending into ungovernable sinkholes of anarchy and ethnic violence. After decades of uncontrolled illegal immigration, tens of millions of undocumented Hispanics begin to exert their political muscle, unafraid of a federal government hamstrung by political correctness. In frustration, Montana, Idaho and Wyoming have passed official "English Only" laws,and have unilaterally begun to deport illegals across their state borders.

   
Remeritas













the demonbabies

The Demonbabies Variety Show from Demonbabies on Vimeo.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Lästig wirken

¿Puede un ingeniero "tener" gravitas *?

Vamos a darle el changüi anti-cristiano de la puereza Socrática, pero no podemos desviar la pregunta, porque esta se refiere al educado ingeniero; la respuesta es NO
Yo lo tengo claro, y no creo que sea algo que haya que explicar con argumentos técnicos, me gusta mas la idea de las fotos y que cada uno juzgue el peso



 

 

 

 








* La gravitas (in particolare dignità, serietà e dovere) è una delle più antiche virtù romane che la società prevedeva in possesso di uomini, insieme con la pietas e la dignitas.
Il termine gravitas non deve essere confuso con "gravità" inteso come importanza, anche se i due termini hanno una comune etimologia: entrambi derivano infatti dal termine latino indicante pesantezza.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Tontos del culo



Juan Carlos I de Borbón (nacido en Roma, Italia, 5 de enero de 1938) es el Rey de España. Fue proclamado el 22 de noviembre de 1975, tras la muerte de Francisco Franco, de acuerdo a la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947.

 


 

 



Portada de la revista de "Fuerza Nueva" del mes de mayo de 1977 en la que aparecen el rey Juan Carlos I y el dictador chileno bajo el epígrafe "Pinochet, un ejemplo"


Una medalla para Sadam




Fue en 1974. En su visita al Estado español, el presidente iraquí fue recibido por el dictador Franco y por su delfín, y sucesor, Juan Carlos de Borbón. El Gobierno había decido concederle la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica como premio a su "comportamiento extraordinario en beneficio de España". Es decir, como pago simbólico de los 4 petroleros que Sadam había enviado a Franco meses atrás, durante el embargo de la OPEP en 1973.

Juan Carlos de Borbón, el rey golpista

"El 23F de 1981 yo estudiaba en el instituto, cuando llegué a casa me encontré con la noticia de sopetón, en casa todos estaban pegados a la radio con caras circunspectas. Recuerdo perfectamente que me mofé de Tejero y lo suyos y una vecina que venía a coser por las tardes me reprendió diciendo que no tenía ni idea de lo que era una guerra civil, que no hiciera bromas con algo tan serio. Tras la intervención televisiva del rey todo quedó zanjado. Sin embargo, quedaron muchas dudas en el aire. A los pocos días en casa de un amigo cuyo padre era afín a la extrema derecha pude leer un artículo que acusaba abiertamente a Juan Carlos de promover el golpe. A los pocos días en una publicación anarca que cayó en mis manos se incidía en una tesis similar que hablaba de dos golpes, uno liderado por el rey y algunos políticos que llevaría a una dictadura suavizada y el que prepararon anticipadamente los militares más duros que ni querían oír hablar de civiles en su gobierno. 20 años después en unos documentales creo que de Tele5 se apuntaba tal posibilidad, pero a pesar de las evidencias la mayoría de la gente todavía piensa en el Borbón como el que trajo la democracia a España y nos salvó de una dictadura."

continúa...





El sorete Jorge Rafael Videla entrega al rey Juan Carlos la máxima condecoración argentina durante su encuentro en el palacio presidencial de Buenos Aires. 1982


Ensayo foto del bicentenario  tomada  ayer o anteayer.


"...los ejércitos mercenarios y los auxiliares son inútiles y peligrosos..."

...pero es lo que hay ¿no? ¿tenés más? ¿Binner-Cobos?
Ah, es por eso que Mauri autorizó los casamientos entre julandrones

viernes, 13 de noviembre de 2009

domingo, 8 de noviembre de 2009

Das Autodafé





"Aquí estoy sentado, formo
hombres a mi imagen.
¡Un linaje que sea igual a mí.
para sufrir, para llorar,
para gozar y para alegrarse,
y para no hacer caso de ti,
como yo!"

                       Goethe

Plötzlich auftauchen











jueves, 29 de octubre de 2009

Rotationsmaschine





Por Hugo Von Hofmannsthal


Esta es la carta que Philip, lord Chandos, hijo menor del conde de Bach, escribió a Francis Bacon, más tarde lord Verulam y vizconde de St. Alban, para disculparse ante este amigo por su renuncia total a la actividad literaria.

 Es usted muy benévolo, mi apreciado amigo, en pasar por alto mi silencio de dos años y escribirme de este modo. Es más que benévolo al dar su preocupación por mí, a su extrañeza por el entumecimiento mental en que cree que estoy cayendo, la expresión de la ligereza y la broma que sólo dominan a los grandes hombres que están persuadidos de la peligrosidad de la vida, y sin embargo no se desaniman.
  Concluye usted con el aforismo de Hipocrates Qui gravi morbo correpti dolores non sentiunt, iis mens  aeggrotat (Quienes no sienten que una grave enfermedad les aqueja están mentalmente enfermos), y opina que necesito la medicina no sólo para domeñar mi mal, sino más aun para aguzar mi mente para el estado de mi interior. Quisiera contestarle como le merece de mí, quisiera abrirme del todo a usted y no sé cómo proceder.
  (...) ¡Quién es el hombre para hacer planes!
  Yo también juegue con otros planes. Su benévola carta también los resucita. Hinchados con una gota de mi sangre, revolotean todos ante mí como mosquitos tristes junto a un muro sombrío sobre el que ya no cae el sol luminoso de los días felices.
  Quería descifrar como jeroglíficos de una sabiduría inagotable y secreta, cuyo hálito creía percibir a veces como detrás de un velo, las fábulas, los relatos míticos que nos han legado los antiguos y por los que sienten un gusto infinito e irreflexivo los pintores y escultores.
  Recuerdo aquel proyecto. Se basaba en no sé qué placer sensual y espiritual: así como el ciervo acosado ansia sumergirse en el agua, ansiaba yo sumergirme en esos cuerpos rutilantes, desnudos, en esas sirenas y dríadas, en esos Narcisos y Proteos, Perseos y Acteones: desaparecer quería en ellos y hablar desde ellos con el don de las lenguas. Yo quería. Yo quería muchas cosas más. Pensaba reunir una colección de apotegmas, como la que recopiló Julio Cesar; usted recuerda la cita en una carta de Cicerón. Allí pensaba recoger las frases más curiosas que hubiese conseguido juntar en mis viajes a través del trato con los hombres sabios y las mujeres ingeniosas de nuestro tiempo o con gentes excepcionales del pueblo o personas cultas y notables; a ellas quería añadir hermosas sentencias y reflexiones de las obras de los antiguos y de los italianos, y todas las joyas intelectuales que encontrase en libros, manuscritos o conversaciones; además, la clasificación de fiestas y procesiones de especial belleza, crímenes y casos de demencia curiosos, la descripción de los edificios más grandes y singulares de los Países Bajos, Francia e Italia, y muchas cosas más. La obra entera se titularía Nosce te ipsum.
  En pocas palabras: sumido en una especie de embriaguez, toda la existencia se me aparecía en aquella época como una gran unidad: entre el mundo espiritual y el mundo físico no veía ninguna contradicción, como tampoco entre la naturaleza cortesana y animal, el arte y la carencia de arte, la soledad y la compañía; en todo sentía la naturaleza, en las aberraciones de la locura tanto como en el refinamiento extremos del ceremonial español; en las  torpezas de unos jóvenes campesinos no menos que en las dulces alegorías; en toda la naturaleza me sentía a mí mismo; cuando en mi cabaña de caza bebía de un cuenco de madera la leche espumeante y tibia que una mujeruca greñuda ordeñaba de las ubres de una hermosa vaca de ojos tiernos, aquello no era para distinto cuando, sentado en el banco de la ventana de mi estudio, bebía de un infolio el alimento dulce y espumeante del espíritu. Una experiencia era como la otra; ninguna era inferior, ni en naturaleza sobrenatural y fantástica, ni en fuerza material, y eso se repetía a todo lo ancho de la vida, a un lado y a otro; por todas parte estaba yo justo en medio y jamás percibí en ello una mera apariencia; o intuía que todo era una metáfora y cada criatura una llave de la otra y sentía que sería afortunado quien fuese capaz de empuñar unas tras otras y abrir con ellas tantas de las otras como pudiese abrir. Hasta aquí se explica el título que pensaba dar a aquel libro enciclopédico.
  Es posible que quien esté abierto a tales punto de vista crea que se debe al plan bien trazado de una providencia divina el hecho de que mi espíritu tuviese que caer desde una arrogancia tan hinchada a este extremo de pusilanimidad e impotencia que es ahora el estado permanente de mi interior. Pero tales apreciaciones religiosas no tienen ningún poder sobre mí; pertenecen a las telarañas por las que mis pensamiento pasan raudo al vacío, mientras tantos compañeros suyos se quedan atrapados allí y encuentra un descanso. Los misterios de la fe se me han condensado en una alegoría sublime que se tiende sobre los campos de mi vida como un arco iris, en una lejanía constante, siempre dispuesto a retroceder si se me ocurriese correr hacia él para envolverme en el borde de su manto.
  Sin embargo, mi estimado amigo, también los conceptos terrenales se me escapan de la misma manera. ¿ Cómo tratar de describirle esos extraños tormentos del espíritu, ese brusco retirarse de las ramas cargadas de frutos que cuelgan sobre mis manos extendidas, ese retroceder ante el agua murmurante que fluye ante mis labios sedientos?
  Mi caso es, en resumen, el siguiente: he perdido por completo la capacidad de pensar o hablar coherentemente sobre ninguna cosa.
  Al principio se me iba haciendo imposible comentar un tema profundo o general y emplear sin vacilar esas palabras de las que suelen servirse habitualmente todas las personas. Sentía un incomprensible malestar a la hora de pronunciar siquiera las palabras "espíritu", "alma", o "cuerpo". En mi fuero interno me resultaba imposible emitir un juicio sobre los asuntos de la corte, los acontecimientos del parlamento o lo que usted quiera. Y no por escrúpulos de ningún género, pues usted conoce mi franqueza rayana en la imprudencia, sino más bien porque las palabras abstractas, de las que conforme a la naturaleza, se tiene que servir la lengua para manifestar cualquier opinión, se me desintegraban en la boca como saetas mohosas. Me ocurrió que por una mentira infantil, de la que se había hecho culpable mi hija de cuatro años Katharina Pompilia, quise reprenderla y guiarla hacia la necesidad de siempre sincera y, al hacerlo, los conceptos que afluyeron a mis labios adquirieron de pronto un color tan cambiante y se confundieron de tal modo que, balbuciendo, terminé la frase lo mejor que pude como si me sintiese indispuesto y, de hecho, con la cara pálida y una violenta presión en la frente, dejé sola a la niña, cerré de golpe la puerta detrás de mí y no me repuse suficientemente hasta que di a caballo una buena galopada por el prado solitario.
  Sin embargo, poco a poco se fue extendiendo esa tribulación como la herrumbre que corroe todo lo que tiene alrededor. Hasta en la conversación familiar y cotidiana se me volvieron dudosos todos los juicios que suelen emitirse con ligereza y seguridad sonámbula, que tuve que dejar de participar en tales conversaciones. Una ira inexplicable, que a duras penas podía ocultar, me invadía cuando escuchaba frases como: este asunto ha terminado bien o mal para tal y tal; el sheriff N. es una mala persona, el predicador T. es un buen hombre; el aparcero M. es digno de compasión, sus hijos son un derrochadores; otro es digno de envidia porque sus hijas son hacendosas; una familia está prosperando, otra decayendo. Todo esto me parecía sumamente indemostrable, falso e inconsistente. Mi espíritu me obligaba a ver con una proximidad inquietante todas las cosas que aparecían en tales conversaciones: igual que en una ocasión había visto a través de un cristal de aumento un trozo de piel de mi dedo meñique que semejaba una llanura con surcos y cuevas, me ocurría ahora con las personas y sus actos. Ya no lograba aprehenderlas con la mirada simplificadora de la costumbre. Todo se me desintegraba en partes, las partes otra vez en partes, y nada se dejaba ya abarcar con un concepto. Las palabras aisladas flotaba alrededor de mí; cuajaban en ojos que me miraban fijamente y de los que no puedo apartar la vista: son remolinos a los que me da vértigo asomarme, que giran sin cesar y a través de los cuales se llega al vacío.
  Hice un esfuerzo por liberarme de ese estado refugiándome en el mundo espiritual de los antiguos. Evité a Platón; pues me aterraban los peligros de su vuelo metafórico. Sobre todo pensé en guiarme por los textos de Séneca y Cicerón. Esperaba curarme con esa armonía de conceptos limitados y ordenados. Pero no podía llegar hasta ellos. Comprendía esos conceptos: veía ascender ante mí su maravilloso juego con bolas doradas. Podía moverme a su alrededor y ver cómo jugaban entre sí; pero sólo ocupaban de ellos mismos, y lo más profundo, lo personal de mi pensamiento quedaba excluido de su corro. Entre ellos me invadió una sensación terrible de soledad; me sentía como alguien que estuviese encerrado en un jardín lleno de estatuas sin ojos; huí de nuevo al exterior.
  Desde entonces llevo una existencia que transcurre tan trivial e irreflexiva que usted, me temo, apenas podrá comprenderla; una existencia que, desde luego, apenas se diferencia de la de mis vecinos, mis parientes y la mayoría de los nobles terratenientes de este reino y que no está del todo exenta de momentos dichosos y estimulantes. No me resulta fácil explicarle a grandes rasgos en qué consisten esos buenos momentos; las palabras me vuelven a faltar. Pues es algo completamente innominado y probablemente apenas nominable lo que se me anuncia en tales momentos llenando como un recipiente cualquier aparición de mi entorno cotidiano con un caudal desbordante de vida superior. No puede esperar que me comprenda sin un ejemplo y debo pedirle indulgencia por la ridiculez de mis ejemplos. Una regadera, un rastrillo abandonado en el campo, un perro tumbado al sol, un cementerio pobre, un lisiado, una granja pequeña, todo eso puede convertirse en el recipiente de mi revelación. Cada uno de esos objetos, y los otros mil similares sobre los que suele vagar un ojo con natural indiferencia, puede de pronto adoptar para mí en cualquier momento, que de ningún modo soy capaz de propiciar, una singularidad sublime y conmovedora; para expresarla todas las palabras me aparecen demasiado pobres. Es más, también puede ser la idea determinada de un objeto ausente, a la que se depara la increíble opción de ser llenada hasta el borde con aquel caudal de sentimiento divino que crece suave y súbitamente. Así había dado yo recientemente la orden de echar abundante veneno a las ratas que había en los sótanos de una mis granjas. Partí a caballo hacia el atardecer y no pensé más en el asunto, como bien puede usted imaginar. Entonces, cuando voy cabalgando al paso por la profunda tierra arada, sin nada más grave a mi alrededor que una cría de codorniz espantada y a lo lejos, sobre los campos ondulados, el gran sol poniente, se abre de pronto a mi interior ese sótano lleno de la agonía de esa manada de ratas. 
  Todo estaba dentro de mí: el aire fresco y lóbrego del sótano, saturado de olor fuerte y dulzón del veneno, y el eco de los chillidos de muerte que se estrellaban contra los muros enmohecidos; esas convulsiones apelotonadas de impotencia, de desesperaciones frenéticas; la búsqueda enloquecida de las salidas; la mirada fría de la cólera cuando coinciden dos ante la rendija taponada. Pero ¿por qué intento emplear de nuevo unas palabras de las que he renegado? ¿Recuerda, amigo mío, en Livio el maravilloso relato de Alba Longa? Cómo vagan sus habitantes por las calles que no han de volver a ver...cómo se despiden de las piedras del suelo! Le digo, amigo mío, que yo llevaba eso dentro de mí y, al mismo tiempo, Cartago en llamas; pero era más, era más divino, más animal; y era presente, el presente más pleno y sublime. ¡Allí estaba una madre que tenía alrededor a sus crías moribundas y temblorosas, y que dirigía sus miradas no a los muros implacables, sino al aire vacío o, a través del aire, al infinito, y que acompañaba esas miradas con un rechinar de dientes! Si un esclavo que servía se encontró lleno de horror impotente cerca de la Niobe petrificada, debió sufrir lo que yo sufrí cuando, dentro de mí, el alma de aquel animal enseñaba los dientes al atroz destino.
  Perdóneme esta descripción, pero no piense que era compasión lo que me llenaba. No debe pensarlo de ningún modo: si no, habría elegido mi ejemplo muy torpemente. Era mucho y mucho menos que compasión; una enorme participación, un transfundirse en aquellas criaturas o un sentimiento de que un fluido de la vida y la muerte, del sueño y la vigilia había pasado por un instante a ella...pero ¿de dónde? Pues que tiene que ver con la compasión, con una asociación de ideas humanas comprensible, si otro atardecer encuentro bajo un nogal una regadera medio llena que ha olvidado allí un jardinero, y si esa regadera, y el agua dentro de ella, obscurecida por la sombra del árbol, y un ditisco que rema en la superficie de esa agua de una obscura orilla a la otra, si esa combinación de nimiedades me estremece con tal presencia de lo infinito, me estremece desde las raíces de los pelos hasta los tuétanos del talón de tal manera que desearía prorrumpir en palabras de las que se que, si las encontrase, subyugarían a esos querubines en los que no creo; y que luego me aparte en silencio de aquel lugar y al cabo de las semanas, cuando divise ese nogal, pase de largo con una esquiva mirada, porque no quiero ahuyentar la postrera sensación de lo maravilloso que flota allí alrededor del tronco, porque no quiero expulsar lo más que terrenales escalofríos que todavía siguen vibrando cerca de allí, alrededor de los arbustos. En esos momentos, una criatura insignificante, un perro, una rata, un escarabajo, un manzano raquítico, un camino de carros que serpentea por la colina, una piedra cubierta de musgos, se convierte en más de lo que haya podido ser jamás la amada más apasionada y hermosa de la noche más feliz. Esas criaturas mudas y a veces animadas se alzan hacia mí con tal abundancia, con tal presencia de amor, que mi mirada dichosa no es capaz de caer sobre ningún lugar muerto alrededor de mí. Todo, todo lo que existe, todo lo que recuerdo, todo lo que tocan mis pensamientos más confusos, me parece ser algo. También mí propia pesadez, el restante embotamiento de mi cerebro, se me aparece como algo; siento en mí y alrededor de mí una equivalencia maravillosa, absolutamente infinita y entre las materias que juegan contraponiéndose no hay ninguna en la que yo no pudiese transfundirme. Entonces es como si mi cuerpo estuviese compuesto de claves que me lo revelasen todo. O como si pudiésemos establecer una nueva y premonitoria relación con toda la existencia, si empezásemos a pensar con el corazón. Pero cuando me abandona ese extraño embelesamiento, no se decir nada sobre ello; y entonces no podría describir con palabras razonables en qué había consistido esa armonía que me invade a mí y al mundo entero no como se me había hecho perceptible, del mismo que tampoco podría decir algo concreto sobre los movimientos internos de mis entrañas o los estancamientos de mi sangre.
  Aparte de estas curiosas casualidades, que, por cierto, no sé si debo atribuir al espíritu o al cuerpo, vivo una vida de un vacío apenas imaginable y me cuesta ocultar ante mi mujer el entumecimiento de mi interior o ante mis gentes la indiferencia que me infunden los asuntos de la propiedad. La buena y severa educación que debo a mi difunto padre y el haberme habituado tempranamente a no dejar desocupada ninguna hora del día, es, así me parece, lo único que, hacia afuera, sigue dando a mi vida una consistencia suficiente y una apariencia adecuada a mi condición y a mi persona.
  Estoy reformando un ala de mi casa y de cuando en cuando logro departir con el arquitecto sobre los progresos de su trabajo; administro mis fincas, y mis aparceros y empleados me encontrarán probablemente más parco en palabras, pero no menos amable que antes. Ninguno de los que están con la gorra quitada delante de la puerta de su casa, cuando paso cabalgando al atardecer, se imaginara que mi mirada, que están acostumbrados a acoger  respetuosamente, vaga con callada añoranza sobre los tablones podridos, bajo los cuales suelen buscar los gusanos para pescar; que se sumerge a través de la estrecha ventana enrejada en el lúgubre cuarto donde, en un rincón, la cama baja con sábanas multicolores parece esperar siempre a alguien que quiere morir o a alguien que debe nacer; que mi ojo se detiene largamente en los feos perros jóvenes o en el gato que se desliza elástico entre macetas; y que, entre todos los objetos pobres y toscos de una vida campesina, busca aquello cuya forma insignificante, cuyo estar tumbado o apoyado no advertido por nadie, cuya muda esencia se puede convertir en fuente de aquel enigmático, mudo y desenfrenado embelesamiento. Pues mi dichoso e innominado sentimiento surgirá para mí antes de un solitario y lejano fuego de pastores que de la visión del cielo estrellado; antes del canto de un último grillo próximo a la muerte cuando el viento de otoño arrastra nubes invernales sobre los campos desiertos, que del majestuoso fragor del órgano. Y a veces me comparo en pensamiento con aquel Craso, el orador, del que cuentan que tomo un cariño tan extraordinario a una morena mansa de su estanque, un pez opaco, mudo, de ojos rojos, que se convirtió en tema de conversación de la ciudad; y cuando en cierta ocasión, Domiciano, queriendo tacharle de chiflado, le reprocho en el senado haber vertido lágrimas por la muerte de aquel pez, Craso le contestó: "De ese manera hice yo a la muerte de mi pez lo que vos no hicisteis al morir vuestra primera, ni vuestra segunda mujer".
  No sé cuantas veces ese craso con su morena me viene a la cabeza como un reflejo de mi propio yo, arrojado sobre mí por encima del abismo de los siglos. Pero no por la respuesta que dio a Domiciano. La respuesta puso a los reidores de su lado, de manera que el asunto se disolvió en una broma. Pero a mí el asunto me afecta, el asunto, que habría seguido siendo el mismo, aunque Domiciano hubiese vertido por sus mujeres lágrimas de sangre del más sincero dolor. En tal caso, Craso aún seguiría estando enfrente de él con sus lágrimas por su morena. Y sobre esa figura, cuya ridiculez y abyección salta tanto a la vista en medio de un senado que dominaba el mundo, que debatía las cuestiones más sublimes, sobre esa figura, un algo innombrable me obliga a pensar de una manera que me parece completamente insensata en el momento en que trato de expresarla con palabras.
  La imagen de esa Craso está a veces en mi cerebro como una astilla alrededor de la que todo supura, pulsa y hierve. Entonces siento como si yo mismo entrase en fermentación, formase pompas, bullese y reluciese. Y el conjunto es una especie de pensar febril, pero un pensar con un material que es más directo, líquido y ardiente que las palabras. Son también remolinos, pero no parecen conducir, como los remolinos del lenguaje, a un fondo sin límite sino, de algún modo, a mí mismo y al más profundo seno de la paz.
  Le he molestado en demasía, mi querido amigo, con esta extendida descripción de un estado inexplicable que normalmente permanece encerrado en mí.
  Fue usted muy benévolo al manifestar su descontento por el hecho de que ya no llegue a usted ningún libro escrito por mí "que le resarza de verse privado de mi trato". Yo sentí en ese momento, con una certeza que no estaba del todo exenta de un sentimiento doloroso, que tampoco el año que viene, ni el otro, ni en todos los años de mi vida escribiré un libro en inglés ni en latín; y eso por un solo motivo cuya rareza, para mí embarazosa, dejo a la discreción de su infinita superioridad mental el ordenarla, con mirada no cegada, en el reino de los fenómenos espirituales y corpóreos extendido armónicamente ante usted: es decir, porque la lengua, en que tal vez me estaría dado no sólo escribir sino también pensar,  no es ni el latín, ni el inglés, ni el italiano, ni el español, sino una lengua de cuyas palabras no conozco ni un sola, una lengua en la que me hablan las cosas mudas y en la que quizá un día, en la tumba, rendiré cuentas ante un juez desconocido.
  Quisiera que me fuera dado comprimir en las últimas palabras de esta probablemente última carta que escribo a Francis Bacon, todo el amor y agradecimiento, toda la inmensa admiración que por el benefactor de mi espíritu, por el primer inglés de mi época, llevo en mi corazón y llevaré en el hasta que la muerte lo haga estallar. (*)


    Anno Domini 1603, este 22 de agosto
  Phi. Chandos 


  (*) Fuente: Hugo von Hofmannsthal, Carta de Lord Chandos, Alba editorial, traducción Antón Dieterich.